La noche del domingo al lunes fue interminable en la ‘Casa Blanca’. Tras el tropiezo doloroso ante el Celta de Vigo (0-2), el cual ha mermado la ventaja en Liga para situar al Barcelona cuatro puntos por delante, la cúpula directiva del Real Madrid mantuvo una reunión de urgencia que se extendió hasta altas horas.
Florentino Pérez y sus colaboradores analizaron en este gabinete de crisis el inexplicable desmoronamiento que ha sufrido el equipo en el último mes. Los temas más acuciantes fueron la escasez de ideas futbolísticas —evidente ante un Celta que dominó a placer en Chamartín—, la interminable racha de lesiones que diezma la defensa (con la grave baja de Militao como último percance), y la controvertida labor arbitral. El arbitraje, que costó tres expulsiones y desmanteló la zaga para el próximo duelo liguero, reaviva el sentimiento en la directiva de que las decisiones arbitrales no favorecen a los intereses merengues.
Sin embargo, el punto crucial del debate se centró en el banquillo. La falta de armonía entre Xabi Alonso y una parte significativa del vestuario, que se hizo palpable con el cambio de Vinícius en el Clásico, ha encendido todas las alarmas.
El duelo del miércoles ante el Manchester City se ha fijado como la fecha límite para observar una reacción del plantel y del técnico. El desenlace de ese compromiso y la imagen proyectada serán determinantes para el porvenir de Alonso, cuyo posible sucesor ya se baraja, con Zinedine Zidane como el favorito principal, aunque en Francia resaltan que tiene todo acordado para suceder a Didier Deschamps post Mundial 2026.
El club enfrenta una crisis mayúscula que podría generar un invierno convulso de reestructuración si no hay un cambio de rumbo inmediato.
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